La globalización, de acuerdo al Lic. Mario Rodriguez, docente de una universidad guatemalteca, se puede explicar como un aspecto que ilustra la realidad inmediata y que tiene un desarrollo significativo en lo económico. Este proceso, en lo económico, tuvo su auge al término de la guerra fría, dado que desde este momento ya no hubo un modelo alternativo, para la economía mundial, que el del mercado. A partir de esto se elaboró una reconfiguración de la economía mundial, basada en ideas neoliberales como la del libre comercio. Latinoamérica sería parte de este juego a través de esta última. Para ello se desarrolló, en 1990, una serie de medidas que los países latinoamericanos debían emplear para ajustarse a un modelo de desarrollo y entrar así al mercado. Los TLC son producto de esta iniciativa.
Sin embargo, son los países del norte quienes se ven más beneficiados con los ideales neoliberalistas, puesto que ellos necesitan materias primas de los países en vías de desarrollo. Estos, por su parte, se encargan de mejorar las vías de circulación, no tanto por beneficiar a las personas, más bien por la inegridad del comercio internacional; es decir, para que las compañías tengan un camino aceptable por el cual transitar. El intercambio de materias primas por financiamiento no es la gran solución ante la pobreza de estas naciones. De aquí es que se deriva en problemas como la actual escasez de productos de la canasta básica de El Salvador.Por la razón anterior, entre algunas otras, se habla de una deshumanización, como producto del proceso globalizador. A la globalización, a la económica, no le interesan las personas, pues estas no le benefician en mucho; se interesa por consumidores, aquellos que logran que el mercado siga circulando. Es en este sentido que se habla de pérdidas de principios y valores que, como humanos, nos corresponden.
La continuación de este proceso, el de la globalización, ha tenido repercusiones en la elaboración de identidad de las personas, pues las certezas que se lograban antes son cuestionadas. En épocas anteriores, la identidad se formaba, entre otra fuentes, de espacios geoculturales como la nación y las instituciones (religiosas, laborales y sociales). En la actualidad hay nuevos espacios posibles para generar identidad, entre ellos se puede incluir el de la música.
La globalización económica ha sabido también aprovechar estas dudas sobre la identidad que, en cierta forma, fue producida por este mismo proceso. Ante la necesidad de las personas, o consumidores, de sentirse identificados, las empresas han respondido con las marcas. El sentido de generar una marca es el de hacer que las personas se sientan identificadas dentro de una comunidad en la que compartan símbolos significativos.
Sin embargo, la idea simplificar la vida en cortas oraciones es muy reduccionista, dado que la vida supone una gran complejidad de situaciones. Pero así son las identidades entendidas desde el punto global. Es nuestro papel, como comunicadores, asegurarnos de crear sentido en cualquier comunidad simbólica de la que formemos parte, ahora y en el futuro.